El diario Clarín tituló este sábado “El “albertismo” abre el monedero ante los gobernadores”. En una nota firmada por Ignacio Zuleta dice que Alberto Fernández recurre al interior para generar poder político desde la caja del gobierno nacional, con sus candidatos, y en La Rioja el presidente sugiere a Zulemita Menem.

La opción de Zulemita es para tener una base propia en La Rioja. La batalla por los biocombustibles, solapada entre sectores de mucho peso, y pesos, la sufrirán los consumidores.

Según Clarín, con los gobernadores, todo bien. Pero esta semana el gobierno nacional estará bajo examen sobre demandas que navegan a pesar de los desvelos por la peste. Se habla poco de esos temas, pero tienen una dinámica de fondo que conviene repasar, so riesgo de que se crea que la agenda política se agota en la pelea contra el bicho, los desencuentros judiciales o las chicanas que se cruzan unos y otros sobre cómo manejar una economía inmanejable, acá y en cualquier lugar del mundo.

Los mandatarios del Norte Grande, ocho peronistas y dos radicales, le reclamarán a Alberto Fernández que les confirme una medida ya negociada con el secretario de Energía para unificar el precio de los combustibles en todo el país. Ocurrirá el miércoles en Chilecito, La Rioja, adonde sesionará el organismo que reúne a los gobernadores de provincias en donde clava su hegemonía electoral el peronismo, con el mismo peso que tiene el conurbano en sus estrategias.

El grupo, que coordina Jorge Capitanich, ya habló de este asunto con Fernández y con el secretario del área, Darío Martínez, y descuenta que les otorgarán la demanda. El precio de los combustibles está regulado, pero tiene variaciones en distintas localidades del país según la distancia de la planta de refinamiento, por impuestos municipales o provinciales.

La diferencia entre lo que se paga en la CABA y algunas localidades alejadas de la metrópolis, puede llegar a ser del 15%, según el informe que lleva Capitanich. Este acuerdo reviste un interés también proselitista para el peronismo de Norte Grande, que se considera el gran activo que tiene el oficialismo para ser competitivo en las próximas elecciones.

Los pollsters de Alberto lo han embalado en la misión de por lo menos intentar la construcción del “albertismo”, como contrapeso a la gravitación que tienen en el vértice del poder las dos figuras con más poder qué él, Sergio Massa y Cristina de Kirchner.

El intento busca abrirle alguna luz al final de túnel, que le dé el único recurso sobre el cual construir política, que es el futuro. Sin futuro no hay posición política que resista. Sin albertismo no habrá Alberto para mucho tiempo.

A La Rioja con música menemista

En este armado juega una ficha que ha logrado el presidente para sí, que es la cercanía de un apellido legendario de La Rioja como es “Menem”. Ha trabajado una relación amistosa con Zulemita, la hija del expresidente, quien está considerando una candidatura a diputada nacional ligada a la figura del presidente.

La cercanía entre los dos ha justificado fotos y algún acto compartido. Después vino el sondeo sobre el distrito a representar. Se la paseó por encuestas de Buenos Aires, pero el acuerdo de superestructura para que Máximo Kirchner sea presidente del partido en ese distrito le quita atractivo a la presencia de Zulemita en una lista bonaerense.

Ella ha preferido ser candidata a diputada nacional, pero por La Rioja. La presencia de Alberto en Chilecito es un ensayo de lanzamiento de un sector del peronismo que se referencie en él. Sabe que este armado es imprescindible si aspira a terminar bien su mandato y a buscar, como todo político, una reelección.

El 2023 tiene muchos dueños en el peronismo; Massa y Cristina lo creen propio. Que lo sueñe Alberto es un derecho humano inalienable. Es inevitable la contaminación de este proyecto con el método regalista del peronismo: capturar estructura de poder y después revestirlas de legitimidad política.

Lo hizo Juan Perón en 1945, cuando creó desde un gobierno militar y con plata y funcionarios del gobierno, un partido que se adaptase a la legalidad republicana. En 2003 Néstor Kirchner hizo lo mismo: asumió la presidencia después de perder las elecciones con Carlos Menem y armó desde el vértice del poder legal, una estructura que legitimase la operación. ¿Por no lo haría ahora Alberto?

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